martes, julio 31, 2007

En los primeros años de universidad solíamos pasear por las zonas más inhospitas del campus universitario. Era un reconocer la mugre y el olvido que también formaban parte de esa vida universitaria que era como esa música rebotando por las aulas y los pasillos vacíos. Nos arrastrábamos por las tardes a las huacas y a las aulas abandonadas para reconocernos como víctimas y victimarios.

Los últimos años, por contrario, la meta del día se alcanzaba con llegar a la clase nocturna y salir con buen pie de las aulas, con el llegar a casa y seguir mañana en cualquier otra actividad que nos corresponda.

Raúl sigue yendo a la Universidad. Ese es quizá el único contacto que tengo con aquella estrutura de cemento y cristal que una vez me albergó.

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